martes, 5 de octubre de 2010

“PADRE, HA LLEGADO LA HORA” (Jn 17,1)


Que hermoso es descubrir que toda la vida de Jesús, estuvo condicionada bajo un lema que quiero expresar con mis propias palabras: “Me mostraré y me iré de este mundo, solamente cuando el Padre me diga que ha llegado mi hora”.
Siempre he pensado que Jesús a sus 12 años, demostró tener conciencia de ser el Hijo de Dios, y asimismo superaba en mucho a la sabiduría de los Fariseos, Maestros de la Ley, Sumos Sacerdotes y a la del mundo, por eso el hubiera podido mostrarse al mundo como el Hijo de Dios, ¿Cuál era el problema? Sencillamente que “Aún no había llegado su hora” de mostrarse al mundo, ciertamente Jesús reconocía que era hora de seguir obedeciendo a sus padres, de echar raíces compartiendo y conviviendo con su familia, era hora de sembrarse en las labores sencillas y cotidianas, de forjar relaciones y amistades, y de sembrar interiormente lo que más adelante mostraría al mundo.
Causa admiración el ver que Jesús durante su vida Oculta y Pública, siempre está esperando que el Padre le haga ver, cuando es el día y la hora de mostrarse y salir de este mundo, por eso en las Bodas de Caná en Galilea, ante la petición de su madre de convertir las aguas en vino, le contesta diciendo: “Mujer, aún no ha llegado mi hora”, y luego durante toda su vida Pública cuando le quieren hacer Rey, por hacer algún milagro ó curación, Jesús huye ó le pide a la gente e incluso a los demonios que son expulsados que se callen, porque “aún no ha llegado su hora”, pero el día que por signos y obras empieza a reconocer que “ha llegado su hora”, emprende el camino hacia Jerusalén sin huir ni mirar para atrás.
Esta reflexión, nos tendría que llevar a que cada uno reconozca personalmente ¿En que momento y tiempo estoy?, se trata de descubrir desde la oración o por los signos de cada jornada, si ha llegado la hora de sembrar interiormente, o es la hora de actuar.
Personalmente, quisiera aprender a descubrir cada día el tiempo y el momento oportuno, en el que Dios quiere que actúe sin forzar o empujar las circunstancias hacia donde yo quiero; quiero dejar que las aguas sigan su cauce por si mismo y que las cosas caigan por su propio peso, en el momento y tiempo oportuno; muchas veces descubro que gran parte de nuestros cansancios, agobios, y stress de la vida es porque queremos empujar las cosas hacía donde nosotros queremos, ó cuando nos damos cuenta que las cosas no se dan como quisiéramos y con la rapidez que deseamos, ó también cuando sentimos que “ha llegado la hora de …”, parece que todo es muy pronto y que deberíamos esperar un poco; a veces pienso que descansada sería la vida si nos dedicáramos simple y sencillamente a escuchar el susurro de Dios, que nos lleva a quedarnos en casa o a salir, a esperar o tomar una decisión y hacer lo que cotidianamente Dios nos vaya diciendo en su Palabra o por signos que se presentan en las circunstancias de cada día.
Por último, En este momento crucial de su vida, esta en plena flor de su juventud, con apenas 33 años, después de haber esperado 30 años para mostrarse al mundo, apenas llevaba 3 años de misión, con muchos sueños y proyectos por delante, con mucha energía por desplegar y un mundo por evangelizar, su propio Padre le hace descubrir que “ha llegado su hora”, me ha sorprendido grandemente el ver cómo actúa Jesús en este momento final de su vida, cuando se da cuenta que le ha llegado la hora: primeramente como todo ser humano, siente una tristeza de muerte, tiene una angustia existencial al punto de sudar gotas de sangre, llora, suplica y grita, aunque en medio de todo este drama existencial, acude al Padre en busca de ayuda, fortaleza y consolación para hacer lo que el Padre le esta pidiendo, que es el dar su vida, para la salvación de toda la humanidad.
Jesús sabe aceptar su momento y no reclama al padre, que aún no ha llegado su hora, que aún está en la flor de su juventud, y que podría hacer mucho todavía, sino que como dice en su Palabra se deja conducir “como cordero llevado al matadero”; no busca culpables de esa situación, no le echa la culpa a los fariseos, maestros de la ley y sumos sacerdotes, ni siquiera encara a sus discípulos porque están más pendientes de los primeros puestos, ni critica a sus 3 mejores amigos por quedarse dormidos, ni siquiera le echa la culpa a Judas de todo lo que le sucede, ni se le enfrenta con rabia, sino que simplemente le dice: “amigo, haz lo que tienes que hacer”, en todo Jesús sabe y acepta que ha llegado su hora, y más que buscar culpables y quedar con heridas por lo que le han hecho, Jesús reconoce que todo está en las manos del Padre, y que él ha salido del Padre y al Padre volvería.
Con esta reflexión espero y deseo que cada uno de nosotros reconozca, “la llegada de su hora”, la etapa en la que se encuentra, el momento y el tiempo oportuno de sembrar o de actuar, y se determine a vivir como Dios quiere, y al final poder aceptar y decir como Jesús, sin reservas: “Padre, ha llegado la hora”

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