lunes, 13 de diciembre de 2010

Pautas de Oración (12-22 de Diciembre). AMOR DEL DIOS CERCANO


LUNES: Is 7,14. Dt 4,7.Mt 1,18-25. Sal 40,1-8
¿Qué es verdaderamente la Navidad para nosotros? Tal vez ustedes me respondan que son los días de la ternura, de la alegría, de la familia. Pero yo, entonces, volvería a preguntarles: ¿Por qué en estos días nuestra alma se alegra, por qué se llena de ternura nuestro corazón? La respuesta la sabemos todos, aunque con frecuencia no la vivamos.
Yo diría que la Navidad es la prueba, repetida todos los años, de dos realidades: que Dios está cerca de nosotros, y que nos ama.
Nuestro mundo moderno no es precisamente el más capacitado para entender esta cercanía de Dios. Decimos tantas veces que Dios está lejos, que nos ha abandonado, que nos sentimos solos... Parece que Dios fuera un padre que se marchó a los cielos y que vive allí muy bien, mientras sus hijos sangran en la tierra.
Pero la Navidad demuestra que eso no es cierto. Al contrario. El verdadero Dios no es alguien lejano, perdido en su propia grandeza, despreocupado del abandono de sus hijos. Es alguien que abandonó él mismo los cielos para estar entre nosotros, ser como nosotros, vivir como nosotros, sufrir y morir como nosotros. Éste es el Dios de los cristianos. No alguien que de puro grande no nos quepa en nuestro corazón. Sino alguien que se hizo pequeño para poder estar entre nosotros. Éste es el mismo centro de nuestra fe.
¿Y por qué bajó de los cielos? Porque nos ama. Todo el que ama quiere estar cerca de la persona amada. Si pudiera no se alejaría ni un momento de ella. Viaja, si es necesario, para estar con ella. Quiere vivir en su misma casa, lo más cerca posible. Así Dios. Siendo, como es, el infinitamente otro, quiso ser el infinitamente nuestro. Siendo la omnipotencia, compartió nuestra debilidad. Siendo el eterno, se hizo temporal.

MARTES: Lc 1,68-80; Lc 12,22-40
Y, si esto es así, ¿por qué los hombres no percibimos su presencia, por qué no sentimos su amor? Porque no estamos lo suficientemente atentos y despiertos. ¿Se han dado ustedes cuenta de que con los fenómenos de la naturaleza nos ocurre algo parecido? Oímos el trueno, la tormenta. Llegamos a escuchar la lluvia y el aguacero. Pero la nieve sólo se percibe si uno se asoma a la ventana. Cae la nieve sobre el mundo y es silenciosa, callada, como el amor de Dios. Y nadie negará la caída de la nieve porque no la haya oído.
Así ocurre con el amor de Dios: que cae incesantemente sobre el mundo sin que lo escuchemos, sin que lo percibamos. Hay que abrir mucho los ojos del alma para enterarse. Porque, efectivamente, como dice un salmo «la misericordia de Dios llena la tierra», cubre las almas con su incesante nevada de amor.
Navidad es la gran prueba. En estos días ese amor de Dios se hace visible en un portal. Ojalá se haga también visible en nuestras almas. Ojalá en estos días la nevada de Dios, la paz de Dios, la ternura de Dios, la alegría de Dios, descienda sobre todos nosotros como descendió hace mas de dos mil años sobre un pesebre en la ciudad de Belén.

MIÉRCOLES: Jn 3,16. Mt 18,1-6
La Navidad es como el tiempo en el que esa misericordia de Dios se reduplica sobre el mundo y sobre nuestras cabezas. Es como si, al darnos a su Hijo, nos amase el doble que de ordinario. Durante estos días de Navidad, todos los que tienen los ojos bien abiertos se vuelven más niños porque es como si fuesen redobladamente hijos y como si Dios fuera en estos días el doble de Padre.
Pero ¿cuántos se dan cuenta de ello? ¿Cuántos están tan distraídos con las fiestas familiares que en estos días no se acuerdan de su alma?... Por eso yo quisiera invitarles, amigos míos, a abrir sus ventanas y sus ojos, a descubrir la maravilla de que Dios nos ama tanto que se vuelva uno de nosotros. Y que vivan ustedes estos días de asombro en asombro.

JUEVES: Lc 1,12.18.19.34: Mt 2,1-23.
Que se hagan ustedes las grandes preguntas que hay que hacerse estos días y que descubran que cada respuesta es más asombrosa que la anterior.
La primera pregunta es:
¿Qué pasa realmente estos días? Y la respuesta es que Alguien muy importante viene a visitarnos.
¿Quién es el que viene? Nada menos que el Creador del mundo, el autor de las estrellas y de toda carne.
¿Y cómo viene? Viene hecho carne, hecho pobreza, convertido en un bebé como los nuestros.
¿A qué viene? Viene a salvarnos, a devolvernos la alegría, a darnos nuevas razones para vivir y para esperar.
¿Para quién viene? Viene para todos, viene para el pueblo, para los más humildes, para cuantos quieran abrirle el corazón.
¿En qué lugar viene? En el más humilde y sencillo de la tierra, en aquél donde menos se le podía esperar.
¿Y por qué viene? Sólo por una razón: porque nos ama, porque quiere estar con nosotros.
Y la última pregunta, tal vez la más dolorosa:
¿Y cuáles serán los resultados de su venida? Los que nosotros queramos. Pasará a nuestro lado si no sabemos verle. Crecerá dentro de nosotros si le acog Dejad, amigos míos, que crezcan estas preguntas dentro de vuestro corazón y sentiréis deseos de llorar de alegría. Y descubriréis que no hay gozo mayor que el de sabernos amados, cuando quien nos ama —iy tanto!— es nada menos que el mismo Dios.


VIERNES: Lc 2,8-20. Tito 2,11.
El mensaje en Navidad no puede ser otro que éste: Alegría, alegría, alegría.
Alegría para los niños que acaban de nacer, y para los ancianos que en estos días se preguntan si llegarán a las navidades del año que viene.
Alegría para los que tienen esperanza y para los que ya la han perdido.
Alegría para los abandonados por todos y para las monjas de clausura que estas noches bailarán como si se hubieran vuelto repentinamente locas.
Alegría para las madres de familia que en estos días estarán más cansadas de lo habitual y para esos hombres que a lo mejor en estos días se olvidan un poquito de ganar dinero y descubren que hay cosas mejores en el mundo.
¡Alegría, alegría para todos!
Alegría, porque Dios se ha vuelto loco y ha plantado su tienda en medio de nosotros.
Alegría, porque Él, en Navidad, trae alegría suficiente para todos.
Con frecuencia oigo a algunos amigos que me dicen que a ellos no les gusta la Navidad, que la Navidad les pone tristes.  No estén tristes porque ha nacido el Salvador. La tristeza es para los días de soledad pero hoy ya no estamos solos. La tristeza es por la muerte pero en navidad nace la vida que vence a la muerte. La tristeza es por el pecado pero en navidad nace aquel que quita el pecado del mundo. Sin embargo, creo que mirando la Navidad con ojos cristianos son infinitamente más las razones para la alegría que esos rastros de tristeza que se nos meten por las rendijas del corazón. Por de pronto en Navidad descubrimos más que en otras épocas del año que Dios nos ama.


SÁBADO: Jn 1,1-14; Fp 2,5-11; Heb 1,1-3.
La Navidad es el tiempo de la ternura y la familia y, desgraciadamente, todos los que tenemos una cierta edad, vemos cómo en estos días sube a los recuerdos la imagen de los seres queridos que se fueron. Uno recuerda las navidades que pasó con sus padres, con sus hermanos, con los que se fueron, y parece que dolieran más esos huecos que hay en la mesa familiar.
La verdad es que para descubrir ese amor de Dios hacia nosotros en cualquier fecha del año basta con tener los ojos limpios y el corazón abierto. Pero también es verdad que en Navidad el amor de Dios se vuelve tan apabullante que haría falta muchísima ceguera para no descubrirlo. Y es que en Navidad Dios deja la inmensidad de su gloria y se hace bebé para estar cerca de nosotros.
Se ha dicho que los hombres podemos admirar y adorar las cosas grandes, pero que amarlas, lo que se dice amarlas, sólo podemos amar aquello que podemos abrazar. Por eso al Dios de los cielos podemos adorarle, al pequeño Dios de Belén nos es fácil amarle, porque nos muestra lo mejor que Dios tiene, su pequeñez, su capacidad de hacerse pequeño por amor a los pequeños.
Y éste sí que es un motivo de alegría: un Dios hermano nuestro, un Dios digerible,  un hermoso tipo de Dios que los hombres nunca hubiéramos podido imaginar si Él mismo no nos lo hubiera revelado y descubierto. Y si en Navidad descubrimos que Dios nos ama y que podemos amarle, podemos también descubrir cómo podemos amarnos los unos a los otros.
Lo mejor de la Navidad es que en esos días todos nos volvemos un poco niños y, consiguientemente, se nos limpian a todos los ojos. Durante el resto del año todos miramos con los ojos cubiertos por las telarañas del egoísmo. Nuestros prójimos se vuelven nuestros competidores. Y vemos en ellos, no al hermano, sino al enemigo potencial o real.
Pero ¿quién es capaz de odiar en Navidad? Habría que tener muy corrompido el corazón para hacerlo. La Navidad nos achica, nos quita nuestras falsas importancias y, por lo mismo, nos acerca a los demás. ¿Y qué mayor alegría que redescubrir juntos la fraternidad?
Por eso, amigos míos, déjenme que les pida que en estos días no se refugien ustedes en la nostalgia. No miren hacia atrás. Contemplen el presente. Descubran que a su lado hay gente que les ama y que necesita su amor. Si lo hacen, el amor de Dios no será inútil. Y también en sus corazones será Navidad.


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FAMILIA MISIONERA VERBUM DEI – BARQUISIMETO del 12 AL 19 DE DICIEMBRE DE 2010

sábado, 4 de diciembre de 2010

Pautas de Oración: “Conviértanse, porque está cerca el Reino de los cielos” (Mt 3,1-2)


En esta segunda semana de Adviento se nos invita a preparar el camino al Señor con la búsqueda de un corazón de cara de Dios. La conversión de nuestra vida nos introduce en la gracia y paz que viene a traer el niño de Belén.

LUNES: El hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar (Lc. 5, 24)
Lc 5, 17-26: “Pues para demostrarles que el Hijo del hombre tiene poder para perdonar pecados… le dijo al paralítico: - A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa- Al momento, el paralítico se levantó delante de todos”. Señor sanas al paralítico por mostrar algo mayor: tu poder para perdonar. Señor en mi camino de preparación de la Navidad me recuerdas que mi estado de parálisis en determinadas situaciones de la vida es producto de la falta de perdón, es decir tanto de ser perdonado como de perdonar. Situaciones a nivel personal, familiar y en comunidad han sido consecuencia de mi actitud egoísta que pone en primer lugar mis intereses. Desde el egoísmo sale la crítica y el acostumbrarme a vivir sin paz, sin poner de mi parte.
Señor la Navidad es alegría, es dinamismo de compartir el gozo de la de la vida con el otro con mi prójimo. Te quiero pedir perdón por mis momentos de tristeza, donde no soy capaz de moverme hacia el otro. Señor como a ese paralítico te pido me perdones, cuando rompo con la alegría que tú me das al estar dentro de mí. Perdona mi tristeza que me encierra y paraliza.
En este adviento te pido Señor llenarme de tu perdón pues también necesito perdonar a otros. Perdonar las faltas de amor de aquellos que están más cerca de mí. Que pueda perdonar a mis padres, a mis hermanos, a mis amigos, incluso a mi comunidad de fe.
Prepara mi corazón que es muchas veces como una tierra desierta y reseca para que se regocije y ese arenal florezca de alegría (Is. 35, 1-10). Fortalece mis manos y rodillas vacilantes para decir a los que temen perdonar: “Sean fuertes, no teman, ahí está su Dios, que trae el desquite, viene en persona”. 
¿Qué situaciones en mí necesitan ser perdonas y reconciliadas con Jesús? ¿A quienes me siento invitado a perdonar en este Adviento?


MARTES: El Padre del cielo no quiere que se pierda ni uno (Mt 18, 14)
Mt 18, 12-14. “Si un hombre tiene cien ovejas y se le extravía una de ellas ¿acaso no dejará las otras noventa y nueve para ir a buscar a la oveja extraviada?...Así también el Padre de ustedes que está en el cielo no quiere que se pierda ninguno de ustedes” Al aproximarme a la Navidad tengo que reconocer Señor que me encuentro muchas veces con la experiencia de la soledad, esa sensación de estar luchando solo ante muchas cosas. Me sucede como a tu pueblo (Is. 49, 14-16): “me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado”.  Sin embargo tú me vuelves a repetir: “¿puede una madre olvidarse le Hijo de sus entrañas? Aunque ellas olvidaran yo no me olvido de ti. Mira te tengo tatuada en la palma de mi mano”.  Gracias Señor por tus palabras pues me encuentro como esa oveja abandonada y perdida en medio de situaciones personales, familiares, comunitarias y hasta acontecimientos de mi país donde la división, la violencia, el irrespeto y la muerte no me dejan verte. ¿Será que te has olvidado de mí? Es lo que pienso a veces, sin embargo me dices no, y me invitas a reconocerte en mi camino: “¿Quién nos apartará del Amor de Cristo? ¿La tribulación, angustia, persecución, hambre, desnudez, peligro, espada? Ni la muerte, ni la vida… ni presente, ni futuro, ni altura, ni hondura (Rom 5, 35-39), nada ni nadie pues allí estás tú (Sal 139,8).
Señor me quieres recordar que tú buscas lo que está perdido, no lo dejas olvidado. Tanto vale mi vida que eres capaz de dejar noventa y nueve para buscarme a mí. Gracias porque te tomas mi vida en serio y la asumes con riesgo, pues sólo tú sabes todo el bien que puede hacer mi vida, mi familia y mi país.
Jesús que tus entrañas de buen pastor que apacienta mi vida, mi familia y mi país me mueva como apóstol que soy: “consuelen, consuelen a mi pueblo; háblenle con cariño…díganle que su esclavitud ha terminado” Isaías 40, 1-11
¿Ante qué situaciones me experimento perdido y abandonado? ¿Qué respuesta me invitas a encontrar en ti Señor ante estas situaciones? ¿Con quienes me llamas a tener entrañas de misericordia y a no dar por perdidos?

MIÉRCOLES: No temas porque has encontrado gracias ante Dios (Lc 1)
Señor en este caminar hacia la Navidad nos regalas poder celebrar la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de Santa María Virgen, ¿qué me quieres enseñar a través de María? Sin duda la verdad de mi vida: “estoy hecho para ti y mi corazón andará inquieto hasta que descanse en ti” (S. Agustín). Mi corazón mi mente, toda mi humanidad ha sido bendecida con toda clase de bienes espirituales y celestiales, he sido elegido para ser santo, es decir para ser amigo íntimo y entrañable del buen Dios, estoy destinado por puro amor a ser su hijo (Ef. 1,3-6.11-12).
Tanta familiaridad me pone al descubierto algo esencial: mi corazón es desde su origen virgen como el de María y hay lugares de éste que nada ni nadie en esta tierra podrá llenar en mí. ¿no será por ello que siento la necesidad de poseer tanto bienes espirituales como a las personas? Muchas veces esa atracción por las cosas del mundo me roba la paz, corro tras ellas pero al poseerlas no se termina mi intranquilidad, ni mi sed interior. Igual con las personas muchas veces busco poseer, olvidando que son libres para amar y relacionarse con quien quieran.
Señor hoy como a Adán y Eva me preguntas: “¿Dónde estás?”, es decir dónde busco saciar mi corazón, y yo te respondo: “oí un ruido en el jardín y me dio miedo, porque estaba desnudo y corrí” (Gn. 3,9-15.20). Mi desnudes, lo que soy me da miedo, por eso temo la soledad donde sólo me puedo encontrar contigo y que me revela la necesidad que tengo de recuperar eso que a María no se le perdió en el camino, ese “tuyo soy”, “tuya soy”… no hay amor humano capaz de saciar mi corazón pues de ti vengo, en ti vivo y hacia ti camino.
Enséñame Madre del Cielo a escuchar en mi interior y mis experiencias de soledad la voz del ángel de Dios que hace que lo que está vacío se llene del Amor encarnado del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor  está contigo…No temas porque has encontrado gracia ante Dios” (Lc. 1,26-38).    
¿De qué quieres llenar mi corazón Señor en este Adviento? ¿Cómo quieres Señor que pase de la exigencia a la libertad en mis relaciones con mis familiares y amigos?

JUEVES: El Reino de los Cielos sufre violencia, y gente violenta intenta arrebatarlo (Mt 11, 12)
Cuando intento volver mi corazón a ti, encuentro dificultades en mí y en el mundo que me rodea. Existe una especie de resignación e impotencia que me paraliza ¿será la tristeza? ¿será el miedo? Hoy me hablas Señor de una realidad de la que no soy muchas veces consciente: “El Reino de los cielos sufre violencia” (Mt. 11, 11-15), es decir que para hacer visible el Reino muchas veces es necesario aplicar un poco de fuerza para vencer en mí ciertas situaciones que me apartan de ti. Ese deseo de vivir como tú quieres me lleva a esforzarme y ciertamente a aplicarme violencia a mí mismo en algunos momentos. Ese dolor, esa renuncia, ese negarme cobra sentido sólo desde la ganancia, sólo desde el tesoro que tú me quieres regalar.
Dejar y hacerme violencia en aquello que me separa de ti y que me sumerge en la tristeza me da miedo. Vivo el miedo de dejar caminos aprendidos y emprender nuevas sendas que aún no conozco bien, Señor prepara mi corazón para ponerme en camino y pasar de la pasividad a la acción. Pues reconozco que ese estado de parálisis interior me predispone a la desesperanza ante la realidad personal y la de mi país. Señor hazme escuchar esas palabras tuyas: “No temas yo soy tu auxilio, No temas, gusanito de Jacob… Mira te convierto en un instrumento de trillar…los pobres y los indigentes buscan agua…no los abandonaré”. (Isaías 41, 13-20)
¿Dónde me invitas Señor a esforzarme y pasar de la pasividad a la acción para vivir en tu amistad? ¿Cómo quiere que trabaje mi confianza y apertura hacia ti y hacia quienes pones en mi camino para ayudarme?


VIERNES: ¿A quién se parece esta generación? Se parece a los niños sentados en la plaza que gritan (Mt 11, 16)
Qué curioso Señor esta imagen de unos niños que gritan a otros: “hemos tocado la flauta, y no han bailado; hemos cantado lamentaciones y no han llorado” (Mt 11, 16-19), porque refleja una realidad de nuestra condición humana: el capricho. El capricho que me hace responder de forma no acorde a la realidad y al momento y por tanto pierdo la riqueza del tiempo presente. Cuántas determinaciones he tomado arbitrariamente inspirado en el antojo o el humor que tenga, cuántas veces al estar orando contigo busco entretenerme buscando al otro o la otra y cuántas veces cuando estoy compartiendo con los demás me retiro y me aíslo en mis pensamientos. Preparar la Navidad es  asumir, disfrutar y agradecer la vida tal cual como se me presenta, sin añoranzas de tiempos pasados o futuros mejores, el presente es ya tiempo oportuno y de gracia.
Cada ocasión que pones me formas, ¿me doy cuenta de ello?: “Yo, el Señor tu Dios, te enseño para tu provecho, te guío por el camino que sigues. Si hubieras atendido a mis mandatos sería tu paz como un río, tu justicia como las olas del mar” (Isaías 48, 17-19). Sin duda  que vivir el presente y aprovechar lo que me presentas me introduce en tu paz y en la amistad contigo. Me reconcilias Señor con la vida y lo que en ella sucede a todo nivel, tanto personal, comunitario y social. 
¿Qué pensamiento, acciones y omisiones me impiden vivir el presente? ¿Qué ocasiones me invitas Señor a no dejar pasar de largo para aprender de ti a amar mejor?

SÁBADO: Elías ya vino, no lo reconocieron y lo maltrataron (Mt 17, 10- 13)
Señor en este tiempo de Adviento tú me envías como profetas, personas, mensajes, palabras y signos que intentan volver mi corazón hacia ti. La necesidad de paz y de tu esperanza y caridad la veo reflejada en rostros, pero también reconozco que tu amor va operando en otros corazones de manera silenciosa pero con signos. Señor ayúdame a reconocerte en esos detalles donde me devuelves la esperanza. Que te reconozca en la solidaridad y el deseo de llevar a la verdad en hombres y mujeres que trabajan por atender la necesidad de los damnificados, la presencia de hijos e hijas tuyas que denuncian la corrupción y la violencia, la realidad de personas que alertan sobre el aborto, esposos que intentan amarse mejor y educar a sus hijos con valores cristianos.
Señor que no me haga indiferente y maltrate con mi pesimismo al bien que ya va operando y que se manifiesta, la realidad también me muestra esos signos de la Navidad. Tú me recuerdas como apóstol mi dimensión de anunciar a Dios: “se alzó como fuego un profeta cuyas palabras eran horno encendido…está escrito que te reservan para el momento de reconciliar y restablecer” (Eclo 48, 1-4.9-11). Ahí donde estoy mis palabras pueden ser horno encendido, llevar reconciliación y restablecer lo roto, levantar, animar para construir y poner amor donde hay temor.
¿Qué sentimientos vienen a mi ante el mal que veo? ¿Percibo el bien que tú señor vas operando ya a través de mi vida y la de otros? ¿Qué estrategias me invitas a tomar en este Adviento para luchar contra el pesimismo?

FAMILIA MISIONERA VERBUM DEI – BARQUISIMETO
6 AL 11 DE DICIEMBRE DE 2010

Misión Navideña Alta Gracia 2010: 15 al 22 de Diciembre
Misión Navideña La Mora 2010: 12 al 19 de Diciembre
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